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Estamos hechos de historias…
Carlos García. Psicólogo Alicante
Historias que se pierden si no se las cuenta, que se desvanecen cuando no hay quien las escuche. Historias plagadas de palabras que quedaron a medio decir, de afectos que no pudieron ver la luz, llantos silenciosos, reproches sostenidos, desencantos, ilusiones inconfesables, pasiones secretas, esperanzas no correspondidas, dolores caducos y sacrificados sufrimientos. Cuestiones inconclusas que contribuyen de alguna manera a cierto grado de malestar que, mantenido en el tiempo, lleva a la insatisfacción y al síntoma.
El diván y la escena es un espacio dedicado a la cura por la palabra, que como don de lo humano nos permite hacer algo con el malestar, porque aquello que se puede decir es ya algo que ha podido o puede ser elaborado.
Hablar calma, alivia, y a veces, resuelve. Porque la palabra en sí misma es un compromiso, al igual que su ausencia es una complicidad silenciosa con el sufrimiento. Hablar de lo que nos pasa es una manera de devolvernos a la encrucijada que nos detuvo, dándonos de nuevo la oportunidad de una nueva elección que nos reanude o nos mantenga en el malestar, pero ahora ya con responsabilidad sobre nuestra queja.
Esclarecer las encrucijadas en las que nos quedamos atrapados nos permite la posibilidad de poder transformar el sufrimiento en una elección, aunque esto no sea nunca sin pérdida.
Sufrimos allí donde no queremos perder, donde nos resistimos a abandonar aquello que nos atrapa, agarrándonos una y otra vez a los imposibles de siempre. Es ahí donde, por no querer perder, terminamos perdidos. Transitar el camino de asumir aquello que no puede ser implica un duelo, pero también la posibilidad de seguir adelante. Porque el dolor es inevitable, pero el padecimiento no. Es precisamente esa la diferencia que me hace volver cada día a la consulta.
Es sólo en ese vértice donde el sujeto se encuentra con las preguntas que le atañen, en ese momento donde el sujeto está dispuesto a concebir su responsabilidad en el padecimiento que le aqueja, que puede darse la posibilidad de un acto que le lleve a la mejoría.
Como tuneaba un buen amigo los versos del poeta: “Caminante no hay camino, se hace camino al hablar”…
En ello estamos… «Nos queda la palabra«.