Psicologo Alicante

Música en las trincheras

Una oportunidad…

La realidad actual nos trae un trazo de la vida que se revela insoportable en su crudeza y nos coloca de bruces ante lo incierto. 

Es de esa falta fundamental, de esa incertidumbre que está en el corazón de las cosas, de la que huímos constantemente creando ficciones para creernos a salvo. Es esa realidad, que ahora se muestra desnuda y en su azote nos deja sin argumentos abocándonos al obligado encuentro con aquello a lo que dábamos la espalda, la que también nos brinda una oportunidad. 

Ahora que el acoso del fantasma nos obliga a una retirada, ahora que esperamos en la trinchera a que aparezcan nuevos argumentos y el tiempo se ha relativizado de repente suspendiendo lo que ayer era importante, es que tenemos la posibilidad de preguntarnos “por fuera del guión”. 

Este momento de confinamiento, no ha de ser necesariamente una reclusión forzosa, sino una oportunidad de que el movimiento “maniaco” hacia la actividad en el que vivimos inmersos pueda tornarse introspectivo, donde la falta de contacto pueda transformarse en escucha y lo mecánico pueda ser creativo.  

Mandela dijo una vez: ”La celda es el lugar idóneo para conocerme a mi mismo. Me da la oportunidad de meditar y evolucionar espiritualmente”. 

La “celda” puede ser algo más que un encierro. Puede ser una oportunidad para hacer lo que no hago por falta de tiempo o simplemente para “estar” sin hacer; una oportunidad para reflexionar en el tipo de vida que llevamos y en si después de esto, merece la pena otra cosa; una oportunidad para inventarnos de nuevo, para decir lo que no está dicho o para “limpiar el trastero”, aunque eso suponga encontrarme con aquello de lo que no quiero saber. 

En este tiempo de parón obligado, es posible encontrarnos con la insoportabilidad del silencio y la soledad, con el tedio de las horas que no pasan, con la impotencia del querer y no poder, con los abrazos frustrados y los anhelos postergados. Pero cuando se acabe el hacer compulsivo, cuando el sentido “de siempre” desaparezca, cuando la impotencia cese en su emboscada, los minutos ofrezcan el tiempo más allá del tiempo y el silencio insoportable se haga vacío fértil, es cuando lo importante tendrá oportunidad de aparecer. 

Será entonces, cuando podamos pararnos en los matices y escuchar de nuevo la misma música con oídos despiertos, podamos mirar a los ojos sin tener que irnos y estar sentados sin nada que hacer, que una otra realidad se pueda revelar en su existencia.

Este tiempo, por tanto, nos brinda la oportunidad de recuperar algo en nosotros, de ordenarnos, de descansarnos y poder dejarnos sentir. Era necesario parar todo ese ruido que hemos construido a nuestro alrededor para que lo esencial se pueda mostrar con mayor claridad.  

Ayer mismo me decía mi hijo el menor, “papá, ¿por qué no dejas el móvil y vienes a jugar?, a lo que yo le contesté, “porque estoy haciendo algo importante que tengo que terminar”. Él, mirándome a los ojos con ese anhelo despierto que le salía por las pestañas, me dijo: “lo importante ahora es jugar”.  Yo le miré a los ojos, y descubrí de nuevo la cantidad de colores que tiene su iris, y me dejé invadir por esa viva fuerza con la que el deseo impregna lo que toca y no me pude, no me quise resistir. Dejé el móvil y me puse a jugar. Luego, en la cama, cuando todo se hizo silencio y oscuridad, reflexioné sobre lo dichoso que me sentía, ¡y eso que seguía recluido!

Este Momento de aislamiento, puede ser un tiempo de encuentro íntimo, así como también puede ser un momento en el que pensemos más allá de nuestras barrigas y empecemos a despertar la conciencia de lo grupal, de lo colaborativo. La enorme obra que el ser humano, cuando rema en la misma dirección, puede llegar a crear. 

El humano “es un lobo por naturaleza”, decía Hesse, y “tiene un salvaje en lo más hondo del corazón”, añadía Freud, pues la pulsión es ciega y empuja en su necesidad de satisfacerse, arrasando en su camino a aquello que se interpone. En el corazón del hombre siguen vigentes los impulsos más egoístas de la primera infancia, camuflados en los actos más refinados. Sin embargo, el ser humano es también capaz de las obras más hermosas cuando puede renunciar por un momento a su egoísmo y poner a funcionar lo gregario. 

Frente al tiempo invertido en lo inútil (la crítica oportunista del otro, sensacionalismo y otros chismes que incendian las redes), existen hoy multitud de iniciativas de personas que se han puesto a pensar en la manera de ayudar: hay quienes piden cartas para las personas que están infectadas y aisladas en el hospital; quienes plantean construir redes de conversación con aquellas personas que están solas en sus casas sin posibilidad de comunicar con nadie; quienes se ofrecen a realizar la compra a personas mayores; quienes cuelgan en las redes recursos para que los niños puedan entretenerse y hacer frente a los momentos en los que el tiempo y la incertidumbre nos angustian, etc. También Freud planteaba que el grupo es una de las salidas al malestar de la cultura.

En éste momento en que escribo se me sobrecoge el corazón al pensar en quienes ponen esa voluntad al servicio de los otros, en quien está ahora en la calle trabajando para que aquellos que nos quedamos en casa podamos hacerlo protegiendo lo nuestro, en quienes ponen en riesgo su vida en hospitales para cuidar a quienes lo necesitan arriesgando lo propio. Doy las gracias con lágrimas en mis ojos a quienes hacen posible que hoy escriba, sentado en mi sillón y pudiendo ver jugar a mis hijos. Y desde ahí que he pensado… yo puedo escribir algo… igual sirve… 

Es momento de pensar en esa fuerza maravillosa que es lo humano cuando deja por un momento de actuar sólo en su propio beneficio y se pone a funcionar cooperando. 

En éstos tiempos donde los fantasmas nos acosan y donde es obligada “la celda”, hagamos sonar la música en las trincheras, dejemos libre el virus del espíritu creativo que sorprende con nuevas propuestas en tiempos difíciles, volvamos por un momento al gesto mínimo, a la mirada atenta y a la palabra sincera. No seamos tacaños en aquello que puede hacer el bien a los que nos rodean y a nosotros mismos. 

Y tengamos bien presente: la verdad aparece a horas interspectivas, cuando no se la espera. Es ese invitado inesperado que se suma a la mesa sin avisar y aparece allí donde dejemos el empeño de desoir. 

Basta con mantener reducir el ruido y mantener la escucha abierta… shhhhh!!!

Nota: Estas son algunas de las reflexiones que surgieron la noche de la primera videoconferencia con algunos de los miembros del equipo de Psicoterapia Clínica Integrativa del IPETG tras el estado de reclusión. Gracias Elena, Mariano y Lola.

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